Por María Fernanda Espinosa
Luc y Jean Pierre Dardenne, un par de hermanos de nacionalidad belga, realizan en el año 1999 “Rosetta”, una película de corte dramático que presenta la vida de una joven sin muchas posibilidades de acceder a un mundo afable, por tener que sobrevivir el día a día. Con este filme, los hermanos Dardenne obtendrían la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
En el afán de procurarse una vida normal, Rosetta emprende la búsqueda de un empleo ya que ha sido recientemente despedida de manera injusta de su anterior labor.
En el proceso, nos introducimos en una mirada inquisitiva a la vida interior de la protagonista, en un seguimiento cercano que nos propone el mismo uso de la cámara que de manera inseparable se enfoca casi exclusivamente en las acciones de este personaje, incluso haciendo invisibles al espectador aquellos personajes que no son relevantes para la vida de la protagonista y que tan sólo se presentan como excusa narrativa para dar continuidad a la historia.
Así es como poco a poco vamos descubriendo una cotidianidad vivida a partir de piezas, tal como todos aquellos elementos que Rosetta va dejando ocultos en el camino, para retornar a ellos según su necesidad. De esa manera se adentra en el bosque aledaño a su hogar, reencontrándose con estos objetos y tal vez de esta manera también con el significado de su propia vida, como si de un rompecabezas se tratara.
De la misma manera fragmentada es como los directores nos muestran la historia, ya entregándonos información de a pocos, otorgándonos piezas de una vida poblada de durezas, donde será Rosetta quien tenga que asumir el peso, no sólo de su propia existencia, sino de la frustrada vida de su madre sumida en el alcohol y el sexo por dinero. Así es como lentamente y guiados por planos extensos de naturaleza plenamente descriptiva, vamos adentrándonos en el impacto estremecedor de un mundo yermo y colmado de negativas que se van aunando para crear en el espectador la impresión de una ambiente opresivo, que se evidencia en un ritmo progresivo y que parece metaforizar el hecho de la realidad de un mundo vivido puramente en función de la sobrevivencia, sin dejar paso a encontrarse a sí mismo, tal como ocurre con esta joven de rostro y carácter huraños, a quien, salvo por contadas ocasiones, nunca se le ve una sonrisa y quien en profundo soliloquio revela su necesidad de acceder a una “vida
normal” donde pueda aprehender el concepto de compañía, la cercanía de la que nunca gozó, por resultar demasiado peligroso el entregarse a alguien como un amigo. Y es por ello que a pesar de su expresado deseo, Rosetta acaba por delatar a su compañero, denunciándolo ante el patrón por el hecho de haber tomado ventaja de los insumos del negocio para conseguir beneficio propio. Este hecho se nos presenta como una traición, no al amigo, sino a sus propias expectativas, como una renuncia a cualquier posibilidad de salida o de alivio, en pos de obtener un simple beneficio funcional, de manera que casi podríamos afirmar que cambia el significado de esa anhelada vida normal por un trabajo, es decir por unos cuantos billetes de paga.
Así es como Rosetta se torna casi indescifrable, tal como la alusión que su nombre hace a la vetusta piedra egipcia cargada de signos y jeroglíficos. De esta manera es como la protagonista se mueve sobre una serie de códigos incomprensibles para ella, tornando su mundo en una suerte de signos arcanos a los cuales no puede acceder. De allí que desde ese mismo momento Rosetta decida renunciar al mundo y al esfuerzo que hasta ahora percibe como ineficaz, al verse atrapada tal como uno de los peces cazados en su improvisada trampa.
De esta manera lo percibiremos en las opresivas escenas finales, en donde la dupla Dardenne se encarga de llevarnos al culmen mediante la explotación de diversidad de sensaciones que experimenta la protagonista, y de las cuales damos cuenta a través de la actuación de Emilie Dequenne, quien a pesar de interpretar a una joven inexpresiva y contenida, logra transmitir el dolor de la desesperación que implica la historia a esta altura. Este hecho se complementa con el uso del sonido insistente de la moto que acosa a la protagonista, convirtiéndolo en un elemento altamente abrumador que de manera efectista consigue llegar al punto máximo de la narración desde el mismo interior del personaje principal.
Así llegamos a un final que los directores deciden dejar abierto, entregándole la posibilidad al espectador de dar un respiro, volviéndolo a la realidad de manera súbita y con la convicción de una posibilidad presentada tan sólo como un tenue matiz, en donde es claro que será el mismo espectador quien juegue su papel participante dando continuidad a la película aun más allá de los créditos y quien finalmente decidirá el futuro de esta Rosetta que aún en el final nos deja con un código no develado.
En el afán de procurarse una vida normal, Rosetta emprende la búsqueda de un empleo ya que ha sido recientemente despedida de manera injusta de su anterior labor.
En el proceso, nos introducimos en una mirada inquisitiva a la vida interior de la protagonista, en un seguimiento cercano que nos propone el mismo uso de la cámara que de manera inseparable se enfoca casi exclusivamente en las acciones de este personaje, incluso haciendo invisibles al espectador aquellos personajes que no son relevantes para la vida de la protagonista y que tan sólo se presentan como excusa narrativa para dar continuidad a la historia.
Así es como poco a poco vamos descubriendo una cotidianidad vivida a partir de piezas, tal como todos aquellos elementos que Rosetta va dejando ocultos en el camino, para retornar a ellos según su necesidad. De esa manera se adentra en el bosque aledaño a su hogar, reencontrándose con estos objetos y tal vez de esta manera también con el significado de su propia vida, como si de un rompecabezas se tratara.
De la misma manera fragmentada es como los directores nos muestran la historia, ya entregándonos información de a pocos, otorgándonos piezas de una vida poblada de durezas, donde será Rosetta quien tenga que asumir el peso, no sólo de su propia existencia, sino de la frustrada vida de su madre sumida en el alcohol y el sexo por dinero. Así es como lentamente y guiados por planos extensos de naturaleza plenamente descriptiva, vamos adentrándonos en el impacto estremecedor de un mundo yermo y colmado de negativas que se van aunando para crear en el espectador la impresión de una ambiente opresivo, que se evidencia en un ritmo progresivo y que parece metaforizar el hecho de la realidad de un mundo vivido puramente en función de la sobrevivencia, sin dejar paso a encontrarse a sí mismo, tal como ocurre con esta joven de rostro y carácter huraños, a quien, salvo por contadas ocasiones, nunca se le ve una sonrisa y quien en profundo soliloquio revela su necesidad de acceder a una “vida
Así es como Rosetta se torna casi indescifrable, tal como la alusión que su nombre hace a la vetusta piedra egipcia cargada de signos y jeroglíficos. De esta manera es como la protagonista se mueve sobre una serie de códigos incomprensibles para ella, tornando su mundo en una suerte de signos arcanos a los cuales no puede acceder. De allí que desde ese mismo momento Rosetta decida renunciar al mundo y al esfuerzo que hasta ahora percibe como ineficaz, al verse atrapada tal como uno de los peces cazados en su improvisada trampa.
Así llegamos a un final que los directores deciden dejar abierto, entregándole la posibilidad al espectador de dar un respiro, volviéndolo a la realidad de manera súbita y con la convicción de una posibilidad presentada tan sólo como un tenue matiz, en donde es claro que será el mismo espectador quien juegue su papel participante dando continuidad a la película aun más allá de los créditos y quien finalmente decidirá el futuro de esta Rosetta que aún en el final nos deja con un código no develado.
ROSETTA
País: Bélgica, Francia
Año: 1999
Director:
Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Guión: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Reparto: Émilie Dequenne, Fabrizio Rongione, Anne Yernaux, Olivier Gourmet
Fotografía: Alain Marcoen
Montaje: Marie-Hélène Dozo
Música: Thomas Gauder
Premios: Ganadora de la Palma de Oro en Cannes por Mejor película y mejor actriz principal